miércoles, 22 de febrero de 2012

Phalænopsis phalænopsis

Su nombre significa "visión de mariposas". Es una orquídea epífita o litófita monopodial, originaria de Asia y Oceanía, sin duda la más conocida de su género. Produce varas florales grandes, a menudo ramificadas y de larga duración. El ejemplar de la foto alcanza hasta nueve meses de floración en tres ciclos continuos de aproximadamente tres meses, cada uno. Es decir, la misma vara floral reflorece de continuo, sin menoscabo de las flores siempre y cuando las condiciones de luz, riego y abono sean excelentes.
Las Phal son orquídeas que no soportan fácilmente la intemperie. El sol directo, el viento seco, el exceso de agua y las mordeduras de insectos pueden ocasionar serios daños a la planta. Por ello conviene mantenerlas en el interior, bien ventiladas y con luz abundante. Como la planta carece de pseudobulbos, almacena notables cantidades de agua en las hojas. Y por ello puede soportar breves periodos de sequedad. Pero la prolongada indisciplina en el riego inhibe la floración, produce muerte de las raíces y favorece la proliferación de ácaros en los sustratos orgánicos.
Los ácidos húmicos de lombricomposta son la mejor opción como fertilizante, sobre todo cuando se quiere inducir la floración. Hay que considerar que las Phal son orquídeas cuya floración puede ser inducida en cualquier época del año, aunque ellas prefieren naturalmente el final del invierno. Para inducir la floración conviene fertilizar con abono rico en Nitrógeno, Potasio y Fósforo. La planta requerirá mayor iluminación y una sensible diferencia de temperatura entre las horas del día y las de la noche, sin llegar a los extremos. Una vez que termina la floración conviene dejar secar el tallo de la vara floral y luego cortarlo. Esto, sin embargo, no siempre es lo mejor, pues algunas plantas reflorecerán en el mismo tallo, con un pobre racimo de dos o tres flores. Por ello, si la planta no es muy fuerte, conviene cortar con una tijera o navaja bien afiladas el tallo floral apenas caiga la última flor, desinfectar con Physan o con canela y dejarlo cicatrizar.
El cuidado de las raíces de una Phal es fundamental. Sus raíces requieren luz para realizar la fotosíntesis, por lo que estarán mejor en macetas de plástico trasparentes. Se puede utilizar sustratos minerales como tepojal o tezontle; sin embargo, el sustrato más cómodo para las Phal es una mezcla de corteza, esfagno, y fibra de coco, con cubitos de unicel al fondo de la maceta para favorecer el drenaje y la ventilación de las raíces.

martes, 21 de febrero de 2012

Feria IV cinerum





Un doctor eminentísimo, un buen amigo del alma, cuenta que hubo una vez una niñita que iba de camino y encontró un aguilucho. Era un recién nacido que, haciendo manchicuepas y soñando con su futura libertad, cayó del nido sin darse cuenta. Maravillada por su belleza, la pequeña lo tomó consigo, lo llevó a la casa de su Padre y lo cuidó con la diligencia propia de los niños. Cada día la niñita tomaba de la mesa una porción de la carne de su plato y la daba generosa al aguilucho que lentamente se fue fortaleciendo. Pronto sus alas se vistieron de majestad y sus garras adquirieron una fuerza admirable. El águila podía volar libremente durante el día, y al atardecer, cuando todo se vestía con el manto oscuro de las estrellas y el frío descendía sobre el mundo como aquella primera noche originaria en que cayó del pequeño paraíso de su nido, el águila se cobijaba en el desván de la casa y la pequeña cerraba la puerta para mantener el calor.
Una noche de esas en que el frío desconoce la clemencia, el fuego del hogar invadió toda la casa. La casa ardía entre las llamas de un incendio. La pequeña al darse cuenta del fuego, corrió a abrir la puerta del desván para que su águila amada pudiera salir. Apenas alcanzó a abrirla antes de que el humo y el chisporroteo del fuego la hicieran perder el sentido. La niña cayó por tierra y pronto las llamas se apoderaron de ella. El águila al ver la bondad de su amita no quiso marcharse. Quiso tomarla por los hombros con sus garras fuertes, pero no pudo moverla. Trató de cubrirla con sus plumas para protegerla, pero todo fue inútil. Entonces el fuego unió sus corazones en un único resplandor que fundía el helado invierno. Dicen que de las cenizas de los dos corazones se formó una estrella, que sirvió para guiar a muchos por el camino y derritió la inclemencia de los hielos.
Fíjate bien, la niña es Cristo, el águila eres tú. Cuando el pecado original nos hizo caer lejos del paraíso, perdimos de vista nuestro nido; débiles y temblorosos en el invierno del mundo, nuestro Señor Jesucristo nos tomó en el calor de sus divinos brazos, nos alimentó con su propia carne y nos confortó con su amor. Nos dio una clemencia y ternura mucho mejores que las que pudimos haber tenido en el nido del paraíso. Nos dio su amistad, y jugando con él aprendimos a volar libres, a ver el mundo desde lo alto. Pero el invierno del mundo y la oscuridad de la vida nos obligan todavía a recluirnos, a escondernos en la cabañita de su corazón amante. Y un día, en este día, ese corazón ardió. Nosotros, el águila amada, fuimos lo primero, lo último, lo único que liberó su amor misericordioso. Nada pudo detener su ardor. Ni nosotros mismos con nuestras manos manchadas, acostumbradas a arrebatar la vida. Antes de dormirse en el fuego de su amor nos dio la posibilidad de escapar, de perdernos en la oscuridad de la noche, en el frío del mundo.
Oye bien sus palabras que te donan la libertad: «Adiós amigo. No te duelas de que he perecido por salvarte. Muchos pierden cuanto más aman y sobreviven. Yo muero sin perderte, y por eso muero dichoso. Eres libre, vuela. Y cuando puedas volar hacia los tuyos, háblales de mí, de mi muerte y tu victoria. Díles cuánto te quise, y sé fiel a mi memoria. Y ellos se alegrarán y dirán a una sola voz: "verdaderamente fue un buen amigo el tuyo". Adiós amigo, no me quejo del precio de tu vida, que pronto habré comprado toda entera. Adiós amigo, y no te duelas de que he perecido por salvarte».
Así, pues, mira bien lo que tienes ante los ojos. No tengas miedo del fuego del amor divino. Y si de este fuego no queda en ti más que cenizas, preséntaselas humildemente, para que él te levante del polvo con la luz de la resurrección y surjas con él como estrella matinal. Ahora que el corazón te mueve a reposar sobre el corazón amoroso de Cristo, descansa en su fuego, en el ardor de su amor, porque este ardor es su misma vida divina que te invita a fundirte con él en un único latido, en un único calor, el único capaz de derretir el hielo del mundo en medio de la noche. Anda, pues, no lo dudes, abre las alas de tu libertad y desciende al corazón amoroso de Cristo que arde y pídele que te conceda morir con él y en él. Pídele que se acuerde de ti antes de entregarse al sueño de su amor y que en su fuego halles el calor del nido celestial que no conociste desde tu caída en el frío del pecado. Acércate al corazón de Cristo, y escucha cómo te habla en este día santísimo.
Texto basado en una leyenda narrada por San Francisco de Sales y en la obra El mercader de Venecia de W. Shakespeare

lunes, 20 de febrero de 2012

Rhyncostele bictoniensis

Rhyncostele bictoniensis es una orquídea epífita, litófita o incluso terrestre. En México se encuentra distribuida en los Estados de Puebla, Veracruz, Oaxaca y Chiapas. Además se encuentra en Guatemala y en El Salvador. Muy poco se ha hecho en lo relacionado con su micropropagación.
En general, esta Rhyncostele es una planta resistente. Requiere humedad constante, y soporta poco el sol directo, aunque suele adaptarse. Normalmente florece en verano, pero no es raro encontrar inflorescencias al inicio de la primavera, como en este caso. Son orquídeas simpodiales. Una o dos varas florales se levantan verticales al pie del pseudobulbo con más de diez flores. El color de las flores puede variar entre lila y blanco. Las flores duran varias semanas.




Neopsephotus bourkii

Doce días después de nacer...


No es Monster's Inc.


Aun cuando estos pollos están siendo bien alimentados por la madre, creo muy importante la manipulación, pues los bourkis improntados tienen menos problemas a la hora de incubar y empollar. Una hembra bien familiarizada con el criador no abandona fácilmente el nido y, sobre todo, tolera la limpieza, indispensable para sacar adelante la nidada. Así, es mejor que desde polluelos, sobre todo las hembras, no le tengan miedo a nada.

martes, 14 de febrero de 2012

De amicitia

Un Maestro de la antigüedad cuenta que en una ocasión dos terribles enemigos viajaban en un mismo barco. Para no estar juntos, uno se fue a la popa, y el otro a la proa. Como se alzara una terrible tempestad, y el barco comenzara a hundirse, el que estaba en la proa fue a preguntar al capitán cuál parte se hundiría primero. El capitán le dijo que la popa. Así que el hombre se alegró porque antes de morir vería la muerte de su enemigo.
Otro Maestro hizo notar que muchos hombres pueden despreciar las riquezas y las honras, y contentarse con bien poco para mantener la vida. Muchos podrían nutrirse frugalmente y hallar complacencia en ello. Pero de la amistad todos sienten de la misma manera. “Todos juzgan que no es vida la que está desamparada de amigos… ¿Cómo se puede soportar la vida que no descansa en la benevolencia de un amigo?”
Una vida sin amigos no es vida. De nada serviría a un hombre ganarse todas las riquezas del mundo, si se pierde a sí mismo. Y aun la misma pobreza y el hambre serían la más lamentable desgracia si Cristo no se hubiera hecho amigo del pobre y del hambriento. El hombre que no tiene amigos es una vida perdida, sea rico o sea pobre. Pero, fíjate bien. La amistad es privilegio de los buenos, de los puros de corazón. Los amigos que conducen al pecado y a la maldad se parecen más bien al hombre que se alegra de ver morir a su enemigo antes de marchar a la misma ruina.

viernes, 10 de febrero de 2012

"Egredere modo, frater: egredere, si potes: et dimissa, ad monasterium recede"




Un día, el hombre de Dios, Benito, bendito de nombre y por la gracia, quiso encontrarse, como cada año, con su hermanita Escolástica. Un mutuo comercio de amor y honor se celebró en los confines del monasterio, en la más nítida contemplación de las cosas del cielo. Eran dos almas que habían visto nacer a Dios dentro de sí mismas y corrían con sus corazones dilatados por el gozo, iluminados como una noche de Pascua.
La santa monja Escolástica sabía que su vida tocaba el ocaso y que había llegado para ella el momento de abandonar este mundo para ir al Padre. Para el alma pura que atraviesa la oscuridad de la noche, sólo los lejanos gozos celestes brillan clarísimos como diamantes en terciopelo negro, mientras el resto del mundo permanece oscuro. La noche del espíritu movió a la monja a la plegaria que acompañó su último pasaje terreno: –"Te ruego, no me dejes por esta noche; mejor platiquemos hasta el amanecer acerca de los gozos de la vida celeste". "¡Ay, cuánto he deseado comer con ustedes esta Pascua antes de padecer!".
Pero Benito le responde con firmeza: –"¿Qué estás diciendo, hermana? Por ningún motivo puedo pasar la noche fuera del monasterio". El venerable padre contempla y ama la serenidad del cielo que no se inmuta. Ha templado con tanta estabilidad su corazón que sólo un cielo impasible y sereno da una idea de lo que hay en su alma. En su corazón ya casi nada se antepone al cielo. Pero el hombre de Dios piensa todavía en el monasterio. Piensa en el desierto. Piensa cobijarse en la soledad del árido desierto monástico. Con razón dice San Gregorio: "Y ¿cómo habría de temer el estío aquel árbol bendito? ¿o cómo estaría preocupado por la sequía aquél, para quien el agua viva, la gracia del Espíritu, no cesa de suministrar en lo más recóndito la savia vital de la esperanza y de la caridad?"
Sin embargo,  "la monja, al reclinar la cabeza entre las manos, había derramado sobre la mesa un torrente de lágrimas que transformaron en lluvia el azul del cielo". Llovió a cántaros y el bienaventurado Benito no podía volver a su celda: –"Dios te perdone, hermana, ¿qué es lo que has hecho?". Y es que pudo más quien más amó: –"Te lo pedí y no quisiste escucharme; rogué al Señor y me escuchó".
El milagro ilumina como una luz del Espíritu divino, detiene la naturaleza por un momento, la contradice y la desmiente. El santo patriarca ha reconocido en el milagro de Escolástica, en el alzar de su frente, la más perfecta unidad entre el corazón humano purificado y la presencia del Espíritu de Dios. Amor a Dios y Amor de Dios se han hecho una sola cosa en el alma de Escolástica.
El corazón de Escolástica fue hecho tan conforme al Espíritu de Dios que mereció volar al cielo como una paloma, pues como dice San Gregorio, "de la misma manera que quienes reciben la muerte de Cristo y mortifican sus miembros acá en la tierra se hacen partícipes de una muerte semejante a la suya, así también éstos que reciben la fuerza del Espíritu Santo y que son por él santificados y colmados de sus dones, como quiera que él apareció en forma de paloma, también ellos se vuelven palomas, para volar de los lugares terrenales y corpóreos a los celestiales, en alas del Espíritu Santo".

martes, 7 de febrero de 2012

"Vigilavi et factus sum sicut passer solitarius in tecto"

Tal vez esto no tiene nada de espectacular. Pero esta noche no quise dejar pasar la ocasión de hacer algunas fotos.


Hace poco tuvimos que quitar un foco del techo de uno de los pasillos. Y alguien sabe optimizar el espacio.