lunes, 30 de abril de 2012

Pyrocephalus rubinus: mosquero cardenalito

El año pasado, una pareja de Pyrocephalus rubinus, mosqueros cardenalitos, construyeron un nidito en un limonero del jardín, que no prospera por falta de agua. Este año lo reconstruyeron con mucho éxito: tres polluelos.



Aun cuando los mosqueros cardenalitos construyen sus nidos en lugares muy visibles y desprotegidos, en realidad son maestros del camuflaje. La hembra tiene rojizas las plumas de la cloaca, pero el resto del plumaje es grisáceo, lo que le permite pasar fácilmente desapercibida mientras incuba y empolla. La incubación corre por cuenta de ella.
Los machos poseen un vistoso color rojo y suelen posarse en la punta de los árboles, de modo que al resultar tan llamativos atraen insectos que cuando descubren que no se trata de una flor, sino de un pájaro, ya es demasiado tarde. El mosquero se lanza sobre ellos, pues son aves exclusivamente insectívoras.
Los polluelos también se camuflan, pues la piel de los recién nacidos es negra, con pequeñas líneas de plumón amarillo verdoso que asemeja los líquenes de la corteza del árbol.




algunos días después...



Y luego...



Poco antes del primer vuelo.



Y después...


Estos polluelos han soportado bien la intemperie. Pasaron las horas de la jornada bajo el sol, y en la noche soportaron vientos muy fuertes, además de un aguacero nocturno de varias horas. Ahora están listos para la aventura de la vida.
Pero la cosa no acaba allí; un par de semanas más tarde, comienza una segunda nidada...


Para ello, la hembra ha limpiado el nido y ha bordado las orillas con musgo verde, seguramente proveniente de algunas macetas de orquídeas, pues la temporada de lluvias aún no ha comenzado y no hay musgo verde más que en las macetas.


Además, ha utilizado plumas de canario y de bourki.


Con todo, nunca falta un tramposo... Alguien ha depositado un huevo de origen desconocido, y la madre lo incuba.




Finalmente, el hijo legítimo ha nacido. Aún queda por saber qué sucederá con el polizón.



Finalmente, el polizón era un huevo estéril. El polluelo en cambio, continúa con vida, a pesar de que la temporada de lluvias ha comenzado y fuertes aguaceros amenazan el nido.

sábado, 7 de abril de 2012

"Christus factus est pro nobis obœdiens usque ad mortem"


«Quisiera comenzar esta meditación con palabras bien conocidas de todos. Palabras que se repiten todos los años en los momentos culminantes de la liturgia de la Iglesia, cuando recordamos la pasión, la muerte y la resurrección del Señor. “Christus factus est pro nobis obœdiens usque ad mortem”, canta la Iglesia el Jueves Santo. “Christus factus est pro nobis obœdiens usque ad mortem, mortem autem Crucis“, continúa el pensamiento—siguiendo a San Pablo—en el Viernes Santo. “Propter quod et Deus exaltavit illum et dedit illi Nomen quod est super omne nomen”: “Por lo cual Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2,8-9). Y así concluye la Iglesia su himno al Salvador resucitado, en la vigilia pascual: “Scio enim quod Redemptor meus vivit”: “Yo sé que mi Redentor vive” (Job 19,25).
Nunca olvidaré lo que experimenté cuando por primera vez oí estas palabras durante la solemne liturgia que se desarrollaba en la catedral real  de Wawel, en Cracovia. Siendo joven, acudí a la catedral el Miércoles Santo cuando comenzaba el primer canto de Maitines. Recuerdo a los seminaristas sentados en los bancos, a los canónigos capitulares en sus sitiales en el coro, y, cerca del altar mayor de la catedral, al arzobispo de Cracovia, el inolvidable cardenal Adán Esteban Sapieha. En el centro se encontraba el tenebrario con las velas, que eran apagadas sucesivamente a medida que se terminaba de cantar cada uno de los salmos. Y al final el canto: “Christus factus est pro nobis obœdiens usque ad mortem”. Tras un momento de silencio, el salmo Miserere (50) y la última oración recitada por el Arzobispo: “Respice, quæsumus, Domine, super hanc familiam tuam, pro qua Dominus noster Iesus Christus non dubitavit manibus tradi nocentium et crucis subire tormentum”. Después de lo cual todos salían en absoluto silencio.
Todavía hoy pienso a menudo en ello, porque aquella experiencia fue única, y no la he vuelto a vivir con la misma intensidad de entonces, ni siquiera en la misma catedral, durante celebraciones similares. Consistió fundamentalmente no sólo en el descubrimiento de la belleza y de la fascinación espiritual de la liturgia de la Semana Santa, sino sobre todo en el descubrimiento de esa dimensión absoluta que es el Misterio expresado en la liturgia y proclamado por ella como mensaje de perenne actualidad.
Después de las palabras de San Pablo sobre la obediencia de Cristo hasta la muerte, todos permanecieron en profundo silencio, y yo sentí que en aquel instante callaban no sólo los hombres, sino también la catedral entera, aquella inmensa catedral en la que está concentrada la historia de mi nación.
Toda la humanidad, la Iglesia y el mundo, el pasado, el presente y el futuro, se unen en el silencio más profundo, lleno de adoración, ante el hecho de que “Christus factus est pro nobis obœdiens usque ad mortem”. Aquel silencio, en aquel lugar, es la actitud más adecuada del espíritu humano, su “palabra” más certera. El silencio ante el Misterio, en el que Dios por medio de su Hijo, obediente hasta la muerte, lleva a cabo la obra de la Justificación, introduce el misterio de la Redención en el misterio de la Creación. El misterio de la Creación encuentra así su complemento en la dimensión de la Verdad y de la Justicia divina».

SS. Juan Pablo II

viernes, 6 de abril de 2012

"Venit Joseph ab Arimathæa..."


Troparion de la veneración del Epitafio
Vengan y bendigamos a José de eterna memoria, que fue a Pilato de noche y le suplicó por la Vida de todos: «Dame a este forastero, que no tiene lugar donde reposar su cabeza. Dame a este forastero, a quien su mal discípulo entregó a la muerte. Dame a este forastero, a quien su Madre vio colgado en la cruz, y con dolor de madre gritó sollozando: “¡Ay de mí, Hijo mío, ay de mí, luz de mis ojos y amado fruto de mis entrañas! Lo que Simeón predijo en el templo ha sucedido hoy, una espada traspasa mi corazón; pero tú cambia mi luto en alegría por tu resurrección”».
Nosotros veneramos tu Pasión, oh Cristo.
Nosotros veneramos tu Pasión, oh Cristo.
Nosotros veneramos tu Pasión, oh Cristo, y tu santa resurrección.

Improperia maiora