viernes, 25 de diciembre de 2015

Puer natus est nobis et filius datus est nobis

In Nativitate Domini
Prima Missa ad nocte

Esta noche el llanto de un niño estremece la tierra. Las entrañas de la tierra se resquebrajan. Porque un niño llora y su llanto las despierta. Ese llanto llega a la tumba de Adán, el lejano padre del linaje humano. La tumba se quebranta y el alma del antiguo padre se agita inquieta. Adán sabe de llantos porque fue el primero que lloró. Y sin embargo, el llanto que escucha es nuevo y hace temblar su alma. Ese llanto es música del cielo. Desde la región de los muertos Adán escucha al Niño que ha nacido.
Las pequeñas manos del Niño apenas si aferran los dedos de José, el carpintero. Son manos en que aún no cabe el clavo de la crueldad humana, pero cabe ya en ellas todo el amor y la misericordia de Dios. La Virgen incontaminada y prudente besa ahora con labios puros el rostro que un día será besado por labios traidores. Y alimenta con su vida al que un día nuestra maldad hará beber hiel y vinagre. Allí en Belén llora el que morirá en la cruz. Llora el amor. Ese llanto es medicina para nuestros siglos de dolores.
Y el Niño ríe, y su risa embriaga los cielos, hace una efervescencia de estrellas, enciende el gozo de los ángeles. Nunca la risa de uno de los hijos de Adán había alegrado tanto el cielo como lo hace la risa de este Niño. Y Adán llora conmovido porque al fin uno de sus hijos ríe con verdadera felicidad, con felicidad de cielo, con felicidad divina. Llora porque le sonríe desde la cuna, con sonrisa de tierno Niño, el que llorará por él en la cruz.
Esta noche santa es noche de llanto y de risa, noche de dolor y de amor. Y todos los sueños y anhelos de los hombres ya se cumplen porque Dios se ha dejado vencer por su amor hacia los hijos de Adán. Dios había deseado tanto esta noche.
Un nuevo paraíso es el pesebre. Un nuevo río de llanto lo riega y muy pronto hará reverdecer la seca paja. Un río de llanto nuevo llega hasta el corazón marchito de Adán. Un nuevo paraíso es el pesebre. Y el misterioso árbol de la vida se levanta risueño en él, jugando a hacerle cosquillas al cielo. El Niño es el nuevo árbol de la vida, adornado con perlas de sangre y luces de sudor y fatiga, frutos hermosos a la vista y agradables para nutrirse de ellos. Adán lo contempla desde la muerte y eleva una súplica. Adán reza: «Por el misterio de tu encarnación, por tu nacimiento y por tu infancia, por toda tu vida consagrada al Padre. Por tus trabajos y tus fatigas, por tu predicación y por tus largas horas de camino, por toda tu vida entregada a la salvación de los pecadores. Por tu agonía y tu pasión, por tu cruz y tu desamparo, por tus angustias, por tu muerte y tu sepultura. Por tu santa resurrección y tu admirable ascensión, por el don del Espíritu Santo, por tu triunfo eterno y tu gloria, sálvanos, dulce Niño de nuestros pecados»

2 comentarios: