In
cœna Domini
Nuestros sueños
suelen ser como llegar a casa después de hacer las compras en el mercado.
Llegando a casa nos ponemos cómodos, nos alegramos de haber encontrado todo,
hacemos planes con lo imprevisto, revisamos las cuentas y los precios, pero
sobre todo, ponemos todo en su lugar. Y bueno, los sueños son también para
poner todo en su lugar.
A veces soñamos
con pájaros, abejas, gatos, ratones, serpientes y tenemos que ordenar la
libertad, la abundancia, el mal humor, el miedo y hasta los chismes. Otras
veces soñamos el mar, una tormenta, fuertes vientos, y pues hay que ordenar
nuestros temores, nuestra tristeza y hasta el ímpetu de nuestros deseos.
Conozco una monjita que dice haber soñado que caminaba en las nubes y al mismo tiempo se
veía descansando en la hamaca del jardín y no sabía cómo volver a meterse en su
cuerpo. Un amigo cuenta haber soñado que flotaba cerca del techo de su habitación
mientras veía su cuerpo en la cama, durmiendo plácidamente. Y sé de personas que
sueñan que duermen y no pueden despertar. Tal vez en el fondo sucede porque
valoramos más nuestro activismo y nuestras ocupaciones, que acabamos
despreciando el descanso. Recuerdo que un monje dormía muy profundamente y
soñaba que al amanecer sonaba la campana e iba a la capilla muy devotamente a rezar; luego
despertaba y se preguntaba por qué no estaba en la capilla y seguía en su cama
y en pijama. Y también allí hay que poner el descanso en su lugar.
Hay sueños que
no entendemos. Nos parece que no tienen nada que ver con nosotros. Y hay otros
muchos que es obvio que nos pertenecen. También tenemos sueños protectores. A
veces anhelamos algo y soñamos que la realidad es como nosotros queremos que
sea, y así nos protegemos un poco de la dureza de la vida. Un monje soñaba que
estaba en un gran desfile con elefantes, domadores y payasos. Y en realidad
sólo se protegía de los ensayos de otro hermano trompetista que no lo dejaba
tomar su siesta.
Un amigo soñó que
estaba en una gran fiesta, con sus mejores amigos, la música de su época, en un
edificio tan bello como la misma música. Sentía el olor de pan horneándose y se
imaginaba que si el olor del pan era exquisito, cómo sería cuando sirvieran el
plato fuerte. Al despertar el olor del pan seguía allí, había humo en toda la
casa y un horno con pan quemado en la cocina.
A veces cuando
llegas cansado del trabajo y sabes que has sido invitado a una fiesta, algo te
dice en lo secreto: «Ojalá la
fiesta se suspenda». A un cierto punto en la vida se te hace
incomprensible por qué los vecinos arman fiestas ruidosas si tú lo único que
quieres es silencio y largas horas de sueño. A muchos les sucede lo mismo
cuando piensan en el más allá. Simplemente quisieran dormir. Que el velo de
la muerte sea sólo un abrigo para un sueño eterno.
Sin
embargo, un Maestro enseña que cuando nosotros atravesemos el misterio de la
muerte, será como despertar de un sueño largo y profundo. Entonces
comprenderemos que nuestra vida apenas comienza. Nuestra vida aquí y
ahora, comparada con la vida nueva será apenas como un sueño. Pero algo continuará
uniendo ese nuestro sueño que llamamos vida con aquella realidad eterna. Será el olor
a pan. Como cuando te duermes y sueñas el aroma del pan de una gran fiesta, y
al despertar el pan sigue en el horno, así sucederá con la Eucaristía. Al
despertar el Señor seguirá allí. Y abriremos nuestros ojos a su luz beatífica y en la Eucaristía estarán todos nuestros buenos sueños y anhelos hechos verdad.
Hoy nos
postramos y adoramos a Jesús escondido en el pan que nos despertará de nuestros
sueños. Nos postramos porque hoy él descendió a nuestros pies y los lavó, como
una madre lava los pies de su hijo para que duerma tranquilo y no ensucie la
cama en la que sueña. Hoy nos
postramos porque él nos levantará haciéndonos respirar su aroma,
él que es el Pan vivo bajado del cielo, el Pan de nuestros sueños elevados a Dios.
Nuestra vida es apenas un sueño. Y como todos los sueños, también esta vida se nos da para poner todo en su lugar. Y así como nos lavamos las manos para llevar el pan a la mesa, así él ha lavado hoy nuestros pies para que corramos a atesorar junto con el Pan del altar todo lo que amamos rectamente. Al despertar de este sueño que llamamos vida, él seguirá allí. Su presencia y su aroma serán como el pastel lleno de ternura de la mamá o de la abuela, y allí estará la mamá y la abuela. Será como el pan de fatigas que papá trae envuelto en honradez, y allí estará el papá. Será como el pan que se gusta con el mejor amigo, y allí estará el mejor amigo. Será como el pan que extendemos por caridad al que tiene miedo, al que llora, al que no tiene nada en las manos. Y allí estará el pobre y el que llora. Beati qui lugent!
Nuestra vida es apenas un sueño. Y como todos los sueños, también esta vida se nos da para poner todo en su lugar. Y así como nos lavamos las manos para llevar el pan a la mesa, así él ha lavado hoy nuestros pies para que corramos a atesorar junto con el Pan del altar todo lo que amamos rectamente. Al despertar de este sueño que llamamos vida, él seguirá allí. Su presencia y su aroma serán como el pastel lleno de ternura de la mamá o de la abuela, y allí estará la mamá y la abuela. Será como el pan de fatigas que papá trae envuelto en honradez, y allí estará el papá. Será como el pan que se gusta con el mejor amigo, y allí estará el mejor amigo. Será como el pan que extendemos por caridad al que tiene miedo, al que llora, al que no tiene nada en las manos. Y allí estará el pobre y el que llora. Beati qui lugent!
Con los
pies lavados con su perdón y su amor, corramos para poner en el corazón de
Cristo, alacena del cielo, todo aquello que queremos para la fiesta de la vida
eterna.
Bendito sea Padre Evagrio, Dios guíe su ministerio.
ResponderEliminarGracias Padre Evagrio, sus palabras nos dan guía, sentido y fuerza para la vida, sobretodo en esta época tan difícil. Dios lo bendiga :)
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