Feria IV Majoris Hebdomadae
Al atardecer del primer día de la fiesta de los Ázimos, Jesús quiso
celebrar la Pascua con sus discípulos. Dice la Escritura que los discípulos le
preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Sin embargo,
una vez que estaban a la mesa Cristo les manifiesta su misterio. Es él quien ha
preparado el banquete. «Tomó pan», dice la Escritura, y en este gesto se resume
toda la misericordia divina. Porque Cristo «tomó pan» cuando asumió nuestra naturaleza.
El verdadero Pan Ázimo, el Pan del primer día de la fiesta, el Pan que no
conocía la corrupción, al hacerse hijo de Adán fue para él flor de harina,
triturada, carne de cordero asada al fuego e hierba que sabe de amargura. Él
mismo ha preparado el banquete.
Este Pan es la misericordia divina, porque «¿acaso alguno de ustedes sería
capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan?» Fíjate bien. Aquél que
es la Roca se entrega como pan, se da como vida que nutre a la vida. Aquél que
es la piedra de la Ley se da como pan que restaura nuestras fuerzas. Aquél que
es la palabra sembrada en el corazón pedregoso del hombre, es pan de vida para
el camino. «Tomen y coman, esto es mi cuerpo».
El Señor, el Pan vivo bajado del cielo, ha de recibir un bautismo de
sangre, ha de sumergirse en la muerte de su carne, en su sangre derramada, dada
como alimento de vida eterna. Judas, dice Mateo, a precio de sangre vendió como
esclavo a su Maestro y se arrojó él mismo a la muerte. «El que moja su pan en
el mismo plato que yo, ése va a entregarme». Judas ha mojado su pan, su propio
pan, en el mismo plato que Jesús. Junto con el Pan de la vida, Judas entregó su
propia alma a la muerte.
Judas puso precio a su Maestro, el precio de la esclavitud y de la sangre
inocente derramada. ¡Oh admirable comercio! «¿Acaso alguno de ustedes sería
capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan?» La cruz se hace la
balanza que establece la justicia entre Dios y los hombres. El pan vivo es
pesado en la balanza, pesado como una piedra. Porque sólo Dios entrega la Roca
de la que brota el agua viva, sólo Dios entrega en el pan vivo la piedra
angular que restaura las grietas del hombre formado de barro.
Que recibamos en nuestra casa a Cristo que ha preparado su Pascua. Que él
sea nuestra Roca espiritual y nuestro Pan de la misericordia. Amén.
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