jueves, 4 de octubre de 2012

Paphiopedilum: orquídea zapatilla de Venus



En una ocasión, unos ancianos preguntaron a un sabio pagano cómo nacieron las orquídeas. Y el sabio les contó que una vez una diosa bajó del cielo junto a un gran río en oriente. Y comenzó a recorrer el mundo, contemplándolo. Y de las cosas que halló más bellas hizo flores aún más bellas. Mientras se paseaba por la orilla de un río, vio un tigre terrible que abría las fauces feroces. Y encantada por la belleza dorada de su piel y la majestad tremenda de sus fauces, la diosa hizo una flor que asemejaba a un tigre con las fauces abiertas. Vio luego un tropel de toros que corrían en estampida, y, maravillada, hizo una guirnalda de flores que asemejaron una manada de toros saltando. Pero la diosa notó que las abejas no aman el olor de los toros porque no se bañan, entonces dio un delicado aroma a su flor para que las abejas pudieran venir a gustar su perfume. Al atardecer, la diosa vio un grupo de bailarines danzando y también hizo una fiesta de flores de hermosas faldas y brazos en juego. Y cuando cayó la noche, vio una multitud de mariposas revoloteando. Y enamorada de sus alas blancas de luna, hizo también una magnífica flor.
Se acercaba el tiempo en que la diosa debía partir y volver a su cielo. Pero antes de marcharse, la diosa quiso ver por última vez sus flores. Con gran tristeza se dio cuenta de que los hombres descuidados las habían pisoteado y arruinado. Entonces comenzó a recogerlas una por una y a echarlas en su chal para llevárselas consigo. Al fin llegó el día en que debía partir y la diosa comenzó a ascender al cielo. Y mientras ascendía, se le cayó su zapatito que también era una flor. Se inclinó entonces la diosa para ver dónde había caído su zapato. Y mientras buscaba, con la mirada en la tierra, se dio cuenta de que todo se veía muy triste sin la alegría de sus flores. Y mientras se elevaba se compadeció del mundo, extendió su chal y arrojó de nuevo sus flores, que quedaron atoradas sobre las ramas de los árboles. Por eso las orquídeas viven y florecen en las ramas de los árboles. Entonces prometió la diosa que a quienes cuidaran de sus flores les concedería la virtud de la paciencia y de la perseverancia, y les enseñaría la prudencia para proteger lo débil y adherirse a lo fuerte.
Fíjate bien, Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, vino a este mundo para hacer nuevas todas las cosas; las revistió de nueva belleza, la belleza de la gracia, y las perfumó con el aroma del mérito. Pero antes de salir de este mundo para ir al Padre quiso dejar todas las cosas cumplidas en el árbol de la cruz. Allí puso al hombre. Lo elevó para que nunca más sea pisoteado por el hombre ni el pecado lo marchite. Allí, en el árbol de la cruz, está nuestra vida, nuestra esperanza y nuestra resurrección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario