«Era
diácono David Uribe cuando el Señor quiso probarlo con el sufrimiento y al
mismo tiempo hacerle experimentar la misericordia infinita del buen Dios.
Recibió la noticia de que su buena madre se encontraba gravísima y que se
abrigaban muy pocas esperanzas de recuperación.
Fue al Sagrario de la capilla del Seminario y con lágrimas
pidió a Jesús Hostia le permitiera a su madre verlo sacerdote y que le
concediera la gracia de tener madre siquiera los primeros cinco años de
ministerio sacerdotal. Y su madre sanó, y entregó su alma al Creador cinco años
después. Por eso en la última enfermedad de su madre, decía el Padre David a
sus hermanos: “Ustedes pueden pedir la salud de mamá; yo no puedo hacerlo
porque me concedió lo que le supliqué hace cinco años”.
De muchos modos prepara el Señor a los que elige al supremo
testimonio del martirio; y si el llamado responde con generosidad, va
ascendiendo en la ascesis de esa misteriosa vocación».
Tomado del libro Beato P. David Uribe Velasco. Vida y martirio, escrito por el R.P. José Uribe Nieto.
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